Todo comenzó cuando el psicólogo canadiense Michael Persinger estimuló partes de sus lóbulos temporales, y descubrió que sentía a Dios.
Las creencias religiosas no son más que el resultado combinado de la ilusión y el deseo de ser inmortal. Entonces, ¿cómo se explican los intensos arrebatos de éxtasis religioso que experimentan los pacientes con ataques en el lóbulo temporal, o su afirmación de que Dios habla con ellos.
El anatomista James Papez, a través de unos experimentos relacionados con la enfermedad de la rabia canina y sus víctimas humanas, encontró unos grupos de células nerviosas situados en las profundidades del cerebro conectados por grandes fibras. Esta estructura se llamaba sistema límbico. De este experimento, razonó que estas estructuras límbicas estaban íntimamente ligadas con el comportamiento emocional humano.
Existen ataques epilépticos denominados focales, que quedan limitados a una pequeña parte del cerebro. Si estos ataques focales se originan en el sistema límbico, los síntomas que se desarrollan son emocionales. Los más interesantes son los pacientes que tienen experiencias espirituales profundas de comunicación con Dios.
Resulta curioso que esta sensación de iluminación sea recibida por estructuras límbicas, especializadas en emociones, y no por estructuras de pensamiento razonal.
En algunos casos, los ataques en estas zonas pueden alterar permanentemente la personalidad del paciente. Los pacientes tienen emociones exageradas y ven significado cósmico en hechos triviales.
Pero, ¿por qué los pacientes tienen experiencias religiosas? Ramachandran defiende cuatro hipótesis:
Puede ser que efectivamente Dios los visite.
La segunda posibilidad es que, dado que estos pacientes experimentan toda clase de emociones extrañas e inexplicables, su único recurso es buscar la purificación religiosa. Aunque las alteraciones emocionales no tienen por qué explicar la obsesión religiosa.
La tercera explicación se basa en las conexiones entre los centros sensoriales y las amígdalas. No todos los sucesos que nos encontramos a lo largo de un día son igual de importantes, si no que hay que calibrarlos. Pero imaginemos que no fuera así. Todo suceso quedaría imbuido de un profundo significado, de manera que todo tendría una explicación exagerada y generalmente, religiosa.
La cuarta hipótesis sería que los seres humanos hayan desarrollado por evolución un circuito neural especializado exclusivamente en la experiencia religiosa. La creencia humana está tan extendida que nos hace pensar si la propensión a estas creencias puede tener una base biológica. Estos argumentos son barajados por una disciplina llamada psicología evolutiva.
Gracias a numerosos experimentos, se dispone ya de interpretaciones razonables para muchas otras cuestiones. Pero Dios es una dimensión poco explorada, aunque de lo más interesante. Podría ser que al fin y al cabo, Dios estuviese en el cerebro.