Existen muchísimas definiciones del amor, pero pocas veces se habla del amor como una actividad química.
Helen Fisher, antropóloga de Nueva Jersey, quien estudia el tema a través de las imágenes del cerebro obtenidas por resonancias magnéticas, divide el amor en tres fases: La primera es el impulso sexual indiscriminado; la segunda es una atracción sexual, pero algo más selectiva; y la tercera, es la fase en quese crean los lazos afectivos duraderos.
La primera fase es el impulso sexual, regulado por las testosterona (masculina) y los estrógenos (femeninos). Esta hormona tiende a declinar con la edad, y por ello se reduce el impulso sexual. De esto interpretamos que estas hormonas determinan el mayor o menor impulso sexual.
La segunda fase es el amor romántico, el amor en el sentido más clásico. Se caracteriza por la atracción sexual selectiva. Esta etapa es debida a los altos niveles de dopamina en el cerebro. Se dice que esta fase del amor surge cuando la pareja sufre una deformación perceptiva hacia su pareja, por la cual idealiza a esa persona. La elección de la pareja en los seres humanos es el más largo de todas las especies: 18 meses. El problema es que las crías humanas necesitan más de año y medio para desarrollarse, por lo que la pareja ha de permanecer unida.
Esto nos lleva a la tercera fase, donde se crean uniones sentimentales más profundas y duraderas. Existe dos genes en las personas, relacionados con la recepción de dos hormonas, la vasopresina y la oxitocina, que afectan al circuito del placer cerebral. Estos genes son los que condicionan el éxito de una pareja. Además, algunos estudios han determinado que las personas tendemos a buscar parejas parecidas a nosotros, para crear más fácilmente esos vínculos.
Esta manera de ver el amor, sin duda nos ahorraría del ''14 de febrero'' y de la mitad de los estrenos de cartelera.
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